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El voto en blanco significa para mí lo menos malo

Rogelio Alaniz

El voto es el acto más íntimo de ese proceso tumultuoso, multitudinario, que se llama democracia. El instante cuando el ciudadano en soledad, en la penumbra oscilante del cuarto oscuro, elige. Y esa elección es el acta fundacional de la democracia. Es lo que los argentinos haremos el domingo 19 de noviembre. Las opciones son tres: Massa, Milei o votar en blanco. Las tres son legítimas. Conocemos los motivos por el cual un ciudadano vota por el candidato peronista o el candidato de la Libertad Avanza. El voto en blanco merece una consideración especial, porque es el voto que elige, pero esa elección carece de candidato. Esa ausencia, ese vacío ha dado lugar a que los votantes de una facción u otra le imputen indiferencia, complicidad con “el otro” o neutralidad en un momento en que ninguna neutralidad es posible o inocente.

Como soy una de las personas que posiblemente decida votar en blanco, me esfuerzo por explicar la legitimidad de mi decisión. Advierto, en primer lugar, que no pretendo convencer a nadie. No predico a favor del voto en blanco. Es más, lamento hacerlo, porque lo ideal sería que alguno de los candidatos satisfaga, aunque más no sea modestamente, mis exigencias políticas. Votar en blanco es por lo tanto un acto solitario. No existe el partido de “los votantes en blanco”, no hay prédica proselitista, nadie convoca a mítines u organiza recitales a favor de su causa.

Si el voto en blanco es una posibilidad legítima, porque el sistema ha contemplado la posibilidad de que los candidatos no satisfagan las expectativas del ciudadano, esa insatisfacción no es neutra.

Yo voto en blanco porque les atribuyo a los candidatos posiciones incompatibles con los valores que yo estimo resguardan un orden democrático. Es mi conciencia la que me dicta que hay una raya que no debo cruzar. Si, como se dice, el balotaje exige inclinarse por lo menos malo, el voto en blanco significa para mí lo menos malo. No es la comodidad o la indiferencia lo que me inclina a votar en blanco; son mis valores y mi conciencia cívica.

¿Decisión individual? No conozco otra manera de votar que no se exprese a través de una decisión individual. “Su voto en blanco perjudica a un candidato”. ¿Perdón? Es como si me reprocharan rechazar la amable oferta de un vendedor. ¿Lo perjudico? No lo sé, pero no es mi problema, salvo que me imputen no ser caritativo o me exijan votar por caridad.

Insisto en el carácter solitario del voto. Se trata de alguien a quien le hubiera resultado más cómodo sumarse a las mayorías de un lado o del otro. Se suele estar más cómodo, más protegido, menos a la intemperie. El votante que pone en la urna un sobre vacío dispone del coraje de quien se ha atrevido a decir que “no”. Votar en blanco incluye la sospecha de que algo anda mal. Es una señal, una advertencia. No es un voto en contra del actual orden político; por el contrario, pretende reforzarlo con valores; no es un llamado a la disidencia o un grito de rebeldía. Se parece al gesto discreto de quien en silencio ha decidido por un instante apartarse del rebaño.

“Conocí el amor; vivo solo, pero no renuncio al amor”, escribí alguna vez en esta columna. Votar en blanco significa decir: “Conocí tiempos mejores; hoy estoy solo, pero no renuncio a elegir en el futuro candidatos que anuncien tiempos mejores”. Supongo que quienes votan por Javier Milei o por Sergio Massa en algún momento también serán sorprendidos por ese aleteo fastidioso o indiscreto de la duda. Admito que esas vacilaciones también me dominan. El voto en blanco carece de la pretensión de la seguridad dogmática o entusiasta. Es más inseguro, pero si alguna certeza dispone es acerca de su contenido ético. ¿Voto ético? No me parece mal en los tiempos que corren, aunque imagino la respuesta: carece de eficacia, es inútil, solitario. Solitario. Esa es la palabra. La palabra o las palabras a las que recurre Albert Camus para responder imputaciones semejantes: “¡Solitarios!, dirá usted con desprecio. Tal vez, por el momento. Pero ¡qué solos estarían ustedes sin esos solitarios!”.

publicado en La Nación, 11/11/2023

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