Club Político Argentino

Voz de mando

Hugo Quiroga

En la Argentina hay partidos pero carecen de voz de mando. En una época de dispersión partidaria se vuelve más que nunca necesaria esa voz para reconstituir, en lo posible, esas instituciones –que organizan la competencia pacífica- detrás de una figura con voluntad política y capacidad personal para tomar decisiones de largo plazo.

¿Qué significa voz de mando? No tiene un significado autoritario, ni de jerarquía militar, ni de cacicazgo. No es la voz que resuena en una batalla abierta, es la voz democrática autorizada por su aceptación y consenso. Pero, en la realidad política, la voz de mando puede tener fuentes impuras. No existe aquí la pretensión de discutir los tipos diferentes de liderazgos, sobre lo que se ha escrito ríos de tinta, ni de crear un concepto nuevo, sino describir a través de una imagen un punto de vista.

La voz de mando es una fuerza no violenta que reposa en la creencia sobre ella. No surge ni se desarrolla en el vacío, sino que alude a una dirección central que genera adhesiones. Proviene de los hombres; no se ofrece, se revela por sí misma.

El o la que posee la voz de mando maneja la batuta, para usar la metáfora del director de orquesta, tal como lo hace Richard Sennet con la noción de autoridad. Ello implica una obediencia, que ordena y sistematiza, en la que los miembros de los partidos conservan libertad. La fuerza de reconstitución de la voz mando incluye más que nunca a las coaliciones.

¿Cómo puede surgir una voz de mando cuando se ha desencadenado una grieta de credibilidad en un sistema político descalabrado? Más allá de la transformación de la vida política a fines del siglo XX, y que se profundiza en la era tecnológica (internet, redes sociales, IA), la arena electoral todavía existe para el nombramiento de los gobernantes. A esa grieta habría que cerrarla o reducirla, ¿estamos preparados para esa tarea en tiempos adversos con fragmentos de partidos o coaliciones flotantes?

Veamos algunos ejemplos históricos, en contextos disímiles, y con matices muy diferentes. Raúl Alfonsín supo construir una alternativa progresista en el interior de su partido, con el apoyo de la Coordinadora, Franja Morada, que le permitió fundar el Movimiento de Renovación y Cambio para enfrentar la línea conservadora representada por el balbinismo, y alcanzar la presidencia, con dos ejes centrales: la Constitución Nacional y los derechos humanos.

Esa voz de mando está hoy apagada en un radicalismo muy dividido, en un contexto incomparable.

La voz de Carlos Menem se eleva en la única vez que el partido peronista concurriría a las urnas para elegir un candidato por los propios afiliados. Su triunfo, en julio de 1988, sobre Antonio Cafiero (expresión de la renovación peronista con un perfil social-cristiano) reafirma un estilo populista, con todos los símbolos y ritos del peronismo, que le abre paso hacia la presidencia. En el gobierno efectúa un giro hacia el neoliberalismo.

Su voz se impone en el peronismo, anuncia un “ajuste duro” ante la Asamblea Legislativa de 1989. En un contexto de emergencia, lleva adelante un plan de privatizaciones y desregulación de la economía. La convertibilidad tan aceptada por la sociedad por la estabilidad monetaria y la previsibilidad financiera, acentúa la concentración del poder y la personalización de la política. El Pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín (la voz de mando del radicalismo) de noviembre de 1993, concreta la ambición de cuatro años más de gobierno.

La voz de mando muestra otra imagen en el esquema de coaliciones. Sería más conveniente hablar de voces de mando, con sensibilidades distintas. En el gobierno de la Alianza, además de la voz del presidente De la Rúa había una convergencia con otras voces, la del vicepresidente Chacho Álvarez, y la de Raúl Alfonsín. Por diferentes razones de fondo, esa experiencia subsistió solo dos años. En la coalición Cambiemos (2015) la voz de mando de la derecha de Mauricio Macri sobresale ante cualquier otra voz de sus aliados. Situación que se volverá a repetir con la experiencia de Juntos por el Cambio en 2019. Provincias Unidas (2025) reúne ciertas particularidades al ser una coalición federal en el orden nacional, con intenciones de participar en las presidenciales de 2027. Quizá el desafío sea construir una voz de mando federal significativa que represente a todas las voces provinciales involucradas

Néstor Kirchner y Cristina Kirchner se constituyeron en las voces de mando de un largo período de cuatro presidencias (2003- 2007; 2007- 2011; 2011-2015; 2019-2023), en una nueva versión del peronismo -que fue mutando de alianzas, nombres, actores- denominada “kirchnerismo”. Se desplegó una voz de mando hegemónica que deja su impronta en la vida pública.

Javier Milei alcanzó la presidencia por una amplia mayoría de votantes en el ballottagge de 2023, sin partido ni base parlamentaria propia. Es un fenómeno político diferente, con voz de mando ante una ciudadanía que, por diferentes motivos, lo apoyó. Las consecuencias de la motosierra están a la vista.

Las promesas de campaña apuntaban a terminar con la casta política y el Estado depredador, responsables de la decadencia argentina. En los hechos, Milei asume los mismos comportamientos e incorpora elementos de la casta que dice detestar, mientras recurre a Trump como garante de su gobernabilidad. El mando no se delega. Javier Milei ha delegado en su hermana Karina, los primos Menem la espinosa labor de construir un partido nacional desde el Estado, pero el resultado ha sido hasta ahora un fracaso. Volvamos al comienzo, dicho de otra manera: en el peronismo, el radicalismo, el PRO, hay mutación sin jefe. La voz de mando está condicionada por la singularidad de la Argentina: la ausencia de una sólida dirigencia política.

publicado en Clarín, 26/10/2025