Nos convoca un compromiso con lo político, una vocación cívica, unos valores compartidos, una viva estima por las ideas y por el debate público, por el pluralismo y por la diversidad. Somos conscientes de que la acción política supone casi siempre enfrentar dilemas, así como de las complejidades inherentes a la política democrática. Pero nos impulsa una preocupación activa y esperanzada por el presente y el futuro de nuestra sociedad y nuestro país. Quizás una síntesis apropiada de lo que queremos sea: contribuir a conferirle densidad política a la nación, sin incurrir en el nacionalismo. Entendemos la densidad política de la nación como lucha y aproximación a una comunidad de ciudadanos libres e iguales, que comparten derechos y deberes – y en la que es precisamente este compartir derechos y deberes el fundamento de la libertad y la igualdad. Pero, esa comunidad no es cualquiera, delimitada puramente por principios universales: tiene unas historias y culturas propias. Esta especificidad, entendida como conjunto de controversias, ideas, pasiones, intereses y acciones diversas, no la hace mejor ni peor, sí diferente, de cualquier otra.
En los días que corren, conferirle densidad política a la nación consiste, creemos, especialmente en colocar en el centro de la política la idea de ciudadanía por oposición a dos impulsos que erosionan, tienden a vaciar, el sentido de pertenencia nacional: la exclusión y el retraimiento. La exclusión, que por lo evidente no requiere explicaciones, desfonda la nación por abajo: genera y perpetúa de diferentes modos, desigualdades que tornan, para una enorme cantidad de compatriotas, puramente ficticia la noción cívica de ciudadanía, de libertades e igualdades sostenidas en derechos y deberes compartidos.
El retraimiento desfleca la nación por arriba; lo hace de tres formas: cultural, social y política. El retraimiento político es el más familiar de todos: en parte por buenos motivos, entre ellos experiencias frustrantes, argentinos de por sí interesados en política, le dan la espalda a la misma convencidos de que el esfuerzo que podrían hacer en ella sería redondamente estéril – estéril, por caso, para vencer la exclusión; están persuadidos de que la política ha dejado de ser, al respecto, una promesa a la que se pueda otorgar algún crédito. Muchos de ellos no ignoran que de este modo contribuyen a perpetuar en la política las características que condenan; y lo lamentan, pero concluyendo que el problema no tiene remedio. El retraimiento social es el de aquellos que –también en parte con buenos motivos – han apostado a que es posible para sí mismos y para sus familias, la vida buena en base a la segregación. Segregación en la vida cotidiana, en la acción profesional, en la actividad económica. Esta apuesta no es para nada descabellada. Y no se trata de puro egoísmo o “individualismo”. Pero corta de raíz la noción cívica y republicana según la cual no es posible ejercer derechos que no se comparten. Las transformaciones que, para bien o para mal, ha experimentado la Argentina desde mediados de los 70, así como las nuevas formas en las que nuestro país se ha integrado al mundo globalizado, le otorgan un impulso potentísimo a este modo de retirada. Por fin, el retraimiento cultural consiste en un talante difuso que todos nosotros hemos observado – si no experimentado – en excelentes amigos y colegas: el desaliento con lo argentino conduce a una conclusión terminante, para la cual – una vez más – debemos decir que no faltan buenas razones: los argentinos, como colectivo, ya estaríamos hechos de cierto modo extremadamente insatisfactorio y eso no tiene arreglo; no vale la pena empecinarse en mejorar esa índole, lo que equivale, en la práctica, tal la profundidad de este desentenderse, a una renuncia implícita – en ocasiones explícita – a una condición de la que se ha pasado a avergonzarse.
No nos impulsa un ánimo hostil hacia quienes de un modo u otro se retraen. Simplemente, creemos posible un país que se reconstruya desde abajo y desde arriba con respuestas eficaces – inclusivas y generadoras de una politicidad que, tal vez, no sea nada apropiado decir que se ha perdido (en algún pasado), pero sí señalar que en muchos de nuestros pasados como nación tiene ciertamente valiosísimas raíces.
Deliberadamente no hemos incluido en la penosa lista de retraimientos el alejamiento geográfico. Nadie ignora que hay “diásporas” argentinas de todo tipo y por muchos lugares del mundo. No obstante, cualquiera de nosotros puede observar en muchos argentinos que viven fuera del país, un compromiso más intenso al de muchos conciudadanos que viven – porque así lo quieren o porque no les queda más remedio – dentro de los límites del estado nacional. De hecho, la relación entre diásporas y sociedad doméstica ha sido, a lo largo de dos siglos, tan constitutiva de nuestra historia, que eso nada tiene de asombroso. Pero hoy día, la factibilidad de que ese compromiso de un ciudadano que, por caso, vive en Barcelona, San Pablo, Nueva York o Hamburgo, se traduzca en contribuciones concretas en la política nacional, ha aumentado aunque más no sea desde un punto de vista “técnico”. Y nosotros queremos tomar eso muy en cuenta.
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Hemos intercambiado muchas ideas entre nosotros sobre lo que nos proponemos ser y hacer. Encontramos un nombre provisoriamente apropiado, esto es Club Político Argentino. Pero más importante que el nombre es hacer explícitas ciertas características que deberían ser definitorias de nuestros vínculos y de nuestra convocatoria. Nos reúne un propósito eminentemente político, en un momento de la vida nacional en el que muchos de nosotros no encontramos motivos para incorporarnos a partido político alguno, y muchísimo menos coincidiríamos en nuestras hipotéticas preferencias partidarias. Creemos en la necesidad de reconstruir el sistema de partidos y no tenemos la menor animadversión por los partidos políticos – y algunos de nosotros de hecho actúan a la sazón en alguna de esas organizaciones. No obstante, coincidimos en que no sería adecuado pensarnos como parte de una opción partidaria; tampoco nos guía la intención de fundar un partido nuevo. El formato que nos hemos dado permite mantener una positiva diversidad y apostar a contribuir más y mejor con la política. Formato ciertamente más apropiado que un partido nuevo o una propuesta de incorporación a un partido, para dar cuenta del mundo político fluido, impredecible y transitorio en el que nos toca vivir. Intentemos precisarlo paso a paso.
Ser un Club expresa justamente la diversidad y la flexibilidad necesarias. Es un ámbito en el que – confiamos – cualquiera de nosotros podrá encontrar valiosos insumos para dar fuerza a sus diferentes apuestas políticas personales, sean estas partidarias o de cualquier índole, y que, asimismo, podrá eventualmente hacer contribuciones colectivas en el mundo político, político cultural y social de hoy. No es una secta ni una logia, no es un grupo secreto, pero tampoco es un grupo público por cuanto no se obliga por anticipado a tomar posiciones públicas sobre los temas de su interés – podrá hacerlo o no, y esto dependerá de las circunstancias y los criterios que prevalezcan entre los participantes.
Hay cuatro aspectos que nos interesa especialmente resaltar. El primero, de relevancia crucial, es la cuestión de la confianza. Los activos de confianza de las sociedades contemporáneas están cada vez más comprometidos y, sin exagerar, casi en cualquier país es necesario encontrar respuestas apropiadas a ese problema. No obstante, en la Argentina la erosión de la confianza es particularmente aguda y gravosa para cualquier intercambio. Paradójicamente, en medio del océano de la desconfianza, observemos que hemos conformado nuestro grupo inicial en base, sin excepción, a una condición necesaria: la confianza personal. No es que todos seamos aquí grandes amigos de todos, pero es seguro que todos podemos decir de cualquier otro de los presentes (incluyendo los virtuales): “él disfruta de gran confianza al menos de parte de uno de aquellos aquí presentes en quienes yo plenamente confío”. Más allá del juego de palabras, para cada uno de nosotros individualmente esto es una suerte de bien público, y de lo que se trata es de poder convertirlo en un capital de confianza más amplio y algo menos personalizado, depositado en el Club en sí mismo además de en sus miembros. Incrementar el respaldo de confianza disponible para cada uno de los miembros, así como la disponibilidad de confianza que el Club puede poner en juego, en sus diferentes acciones como tal, creemos que será valiosísimo.
El segundo aspecto se refiere al realismo cívico. En cualquier juego se sabe que mucho más importante que el valor absoluto de las fuerzas disponibles por cada jugador es su capacidad para reunir la fuerza necesaria en el lugar y en el momento apropiados. Esto que es válido para el ajedrez lo es también para interacciones de todo tipo que comprometen la vida de la gente, y, lo que nos interesa aquí, para la política y lo político. La política argentina de hoy hace particularmente necesario no olvidar esta antigua sabiduría estratégica. Se ha tornado, como hemos coincidido en caracterizar en las conversaciones que nos trajeron hasta aquí, más fluida e incierta y, como la otra cara de la misma moneda, desprovista de las viejas líneas de oposición entre las que estábamos acostumbrados a navegar con alguna pericia. La constitución de este Club se contrapone así a una apuesta política en la que estaríamos concentrando las fuerzas con la mayor de las incertidumbres sobre momento y lugar, es decir con una rigidez que, más adelante, muy probablemente habríamos de tener que lamentar. Si una lectura apenas algo cínica de este párrafo podría ver oportunismo en esta postura – no queremos poner todos los huevos en una sola canasta – nosotros la entendemos como realista. No en vano comenzamos estas páginas evocando los dilemas inherentes a la política y las complejidades de la política democrática.
El tercer aspecto hace a los propósitos del Club en términos de contribución con la calidad de la política argentina. Muchos de nosotros hemos ido incorporando a nuestro quehacer profesional una dimensión de fuerte compromiso con la vida pública, así como, en diferentes momentos hemos sido, o somos, asesores de políticos o funcionarios, a veces en la arena gubernamental, otras fuera de ella. En algunos casos hemos participado activamente en fundaciones o instituciones concebidas para diseñar o evaluar políticas públicas, y cosas por el estilo. No repudiamos esas experiencias, en general bastante dolorosas. Pero una de las lecciones que podemos extraer de las mismas es que, salvo casos más bien excepcionales, disponer de buen acceso e influencia a decisores de primer nivel sirve para muy poco si estos decisores no cuentan, a su alrededor, con la masa crítica de personal intermedio compenetrado con las innovaciones o las iniciativas en juego. Y es como arar en el desierto convencer de una iniciativa a los decisores, sin contar con la sintonía de sus seguidores, ya que éstos las más de las veces no confiarán. Contribuir a la generación, por tanto, de una masa crítica de nivel intermedio que pavimente el camino de las innovaciones cuando los decisores resuelvan entrar en acción, es indispensable.
El cuarto aspecto se relaciona claramente con todos los demás, y se refiere a algunas de las grandes líneas conceptuales sobre las que el Club podría formular y diseminar aportes. Este Club aspira a aportar un debate informado y plural que enriquezca la visión que los políticos y el público interesado en política tiene de la realidad. Somos conscientes de que toda definición de la realidad es esencialmente discutida, pero también creemos que la ausencia de debate público acerca de nuestro presente y futuro torna más pobres y arbitrarias las definiciones de lo real. En este sentido, este Club pretende aportar asimismo experiencias, análisis y propuestas concretas para mejorar la calidad de la política y los políticos. Cuestiones tales como la naturaleza del liderazgo político a la altura de las nuevas circunstancias de la política argentina, la evaluación de capacidades institucionales, los estudios de viabilidad política e institucional de las políticas, el diseño de políticas públicas y estrategias de largo plazo en diferentes campos y, en general, el desarrollo de efectivas capacidades de coordinación en una sociedad crecientemente policéntrica, son ejemplos de aquellas en las que el Club que estamos aquí y ahora fundando podrá contribuir.
Los cuatro aspectos que hemos abordado brevemente – compromiso con la política democrática, realismo cívico, confianza y aportes conceptuales y prácticos – definen aproximadamente aquello que nos ha impulsado a conformar el Club según el cambio de ideas que hemos tenido entre nosotros hasta ahora. El deseo que en común nos anima, el de contribuir a la concreción de un país más democrático, más próspero, mejor integrado al mundo, como lugar de ciudadanos efectivamente libres e iguales, constituye todo un desafío a la luz de las circunstancias difíciles de la Argentina de hoy en un mundo que, por otra parte, parece estar aproximándose a una crisis internacional potencialmente grave. Este documento no es sino un primer paso en poner en movimiento nuestras disposiciones para encarar ese desafío.
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