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El atraso en las inversiones energéticas y la falta de planes comprometen el futuro

Jorge E. Lapeña

La situación energética de Argentina en el primer cuatrimestre de 2025 muestra tendencias negativas que deberían ser objeto urgente atención por parte de la Nación; de las provincias y de la Ciudad de Buenos Aires en implementación de una política energética que asegure el suministro y la prestación de los servicios públicos.

Los problemas no resueltos – por gobiernos anteriores y el actual- se focalizan en los dos grandes rubros energéticos: a) la Electricidad – su producción, transporte, distribución y consumo por parte del usuario; y b) la producción, industrialización de hidrocarburos – petróleo y gas natural-  sin los cuales sería imposible el transporte de mercaderías y personas, y el funcionamiento eficiente de la industria y del comercio.

Un error conceptual de los tiempos que corren es que tanto el Gobierno nacional, como la mayoría de gobiernos provinciales, que también incluye al gobierno de la CABA es que existe un reduccionismo que concentra la atención política de los gobernantes solo en una visión acotada a la producción primaria, que se resume solo en el interés de exportar energía primaria sin ningún valor agregado. Todavía ningún partido político ni el gobierno ha sido capaz de expresar una política creíble asociada al desarrollo nacional, a la creación de nuevas fuentes de trabajo y a la provisión de servicios públicos de calidad y confiabilidad para 45 millones de argentinos.

La experiencia de los últimos 25 años ha probado que Argentina no puede suministrar servicios públicos de calidad; ni tampoco suministrar productos energéticos con precios fijados en mercados transparentes y competitivos.

El mayor ejemplo es el crónico déficit del servicio público de electricidad en la CABA; todos los años sometida a cortes de suministro. Según lo diagnosticado en informes de Cammesa, que el IAE Mosconi avala, el sistema eléctrico está expuesto a cortes programados o intempestivos debidos a tres causas concurrentes: a) numerosos generadores obsoletos con una gran proporción del parque indisponible; b) una Red de Transmisión en alta tensión insuficiente para abastecer toda la demanda de la CABA y GBA; y c) una red de distribución en media y baja tensión – gran parte de la cual ha cumplido su vida útil- que no soporta la demanda de los días de temperaturas medias superiores a los 32 ° C ; frecuentes en verano. La solución pasa por la realización de inversiones que los gobiernos no impulsan.

En el contexto descrito, y siendo la CABA el epicentro de cortes eléctricos que se producen todos los años, es raro que el Gobierno de la Ciudad no tenga una presencia activa en el reclamo público, y en la propuesta de una solución definitiva. Buenos Aires sufre más que ninguna otra el caos de los cortes eléctricos que deberían ser erradicados en forma prioritaria. No hay ciudad que tenga más trenes eléctricos; más subterráneos; más ascensores y más altos edificios que Buenos Aires en toda la república.

La ciudad ha tenido en otras épocas posiciones más activas y comprometidas para la solución de problemas complejos: son ejemplos: la construcción del Metrobus y el Paseo del Bajo; la evacuación de las crecidas del arroyo Maldonado; la construcción de subterráneos; y la remediación de las inundaciones crónicas en La Boca; realizando en todos los casos las obras públicas correspondientes.

En la producción de hidrocarburos la tendencia que se consolida es la extraordinaria declinación de la producción de todas las cuencas productivas nacionales con la excepción de la “neuquina” que está en expansión sostenida con el yacimiento no convencional de Vaca Muerta, que ha transformado a Neuquén en la capital nacional del Petróleo y el Gas.

Las provincias afrontan un proceso de reducción de regalías por la caída de la producción; y ello podría tener impactos sociales negativos hasta lograr el nuevo equilibrio. La declinación productiva podría provocar éxodos poblacionales; y otros desequilibrios ecológicos por el abandono de pozos y el crecimiento de pasivos ambientales no remediados en caso de no implementarse una política pública –que hoy no existe- para enfrentar el problema. 

El país tiene recursos de petróleo y gas natural no convencionales de magnitud mundial. Sin embargo el país aún no ha demostrado la viabilidad de colocar esa producción tanto en el exterior como en el interior del país con precios competitivos. Si ello se lograra, los principales beneficiarios deberían ser los consumidores argentinos. Nuestros mercados de transacciones energéticas deberían ser transparentes y competitivos; y el desafío es que en la actualidad no lo son. El gobierno nacional debería ser el principal interesado en plantear y alcanzar este objetivo estratégico.

Es necesario asumir que en el siglo 21 la Industria del petróleo y del gas han tenido una transformación trascendental cuyas implicancias sociales y económicas todavía no están claras; y también que nuestra Electricidad tiene un funcionamiento deficiente con déficit de inversiones. Esto debería ser objeto de estudios económicos, sociológicos y ambientales complejos. Como resultado de los mismos Argentina debería definir una Política nacional y consensuada que hoy no tiene. 

publicado en Clarín, 28/4/2025

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