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El efecto tóxico que el triunfo de Donald Trump puede tener en el ánimo de Javier Milei

Marcos Novaro

Ocho años atrás, Donald Trump ganó por presentarse como un típico outsider. Ahora triunfa como extremista.

Ya sus votantes saben mucho más sobre el tipo de gobierno y de liderazgo que están eligiendo, su partido y su equipo se han purgado de elementos moderados y él mismo se ha convencido de que puede y le conviene ignorar líneas rojas hasta hace poco infranqueables de convivencia pluralista y respeto institucional. Entre otras cosas, porque igual que muchos otros líderes de estas características (Benjamín Netanyahu, Cristina Kirchner, etc.), enfrenta problemas mucho más serios que antes en los tribunales.

Este recorrido resultará seguramente elocuente y seductor para Javier Milei y nuestros libertarios

Ellos querrán replicarlo en estos pagos. Y tendrán ahora más motivos para pensar que basta con insistir en las fórmulas más extremas de sus ideas y sus propuestas, para que a la corta o a la larga ellas se instalen como nuevo sentido común en la sociedad. Y lograr así que lo que al comienzo no hayan podido imponer, por las resistencias del sistema institucional, de los demás actores políticos y de la propia opinión pública, se vuelva con el tiempo la única solución posible a los problemas del país.

Si esta es la lectura que se impone en el oficialismo local del triunfo de los republicanos en Estados Unidos será, además, porque es en gran medida de este modo cómo él ha venido pensando y actuando. Trump ofrecerá simplemente un nuevo impulso, algo más de combustible, a una tendencia que hemos podido observar ya desde un principio: Milei utiliza cualquier oportunidad de influencia que se le abre en la escena internacional, así como cualquier avance que logre con su programa económico, y cualquier conflicto o debilidad de sus adversarios, para darle centralidad a la batalla cultural y polarizar al mango los problemas que enfrenta.

Lo hizo recientemente con el conflicto sobre las universidades y el presupuesto, denostando a todos los radicales, incluidos los que lo han venido apoyando y ayudando, y quieren volver a hacerlo justamente para aprobar el presupuesto; con la discusión sobre el embargo a Cuba, descabezando la Cancillería y prometiendo una purga ideológica de diplomáticos al estilo McCarthy; y lo está haciendo también con los periodistas y economistas, en una nueva ola de agresiones y descalificaciones contra todos los que lo critican.

¿Hasta dónde podrá avanzar Milei por este camino?

Dependerá en gran medida de cuánto lo acompañe la sociedad y cuánta resistencia y cuántos condicionamientos encuentre en el sistema político y los demás actores. Como le sucedió al propio Trump: esas resistencias y condicionamientos fueron para el republicano muy importantes durante su primer mandato, y por eso terminó enfrentado a buena parte de su propio equipo y su partido, derrotado en las urnas y acumulando una cantidad de juicios en su contra. Aunque nada de eso alcanzó para detenerlo y evitar que pudiera volver al poder, reloaded, como está visto.

Si esta es la lectura que se impone en el oficialismo local del triunfo de los republicanos en Estados Unidos será, además, porque es en gran medida de este modo cómo él ha venido pensando y actuando. Trump ofrecerá simplemente un nuevo impulso, algo más de combustible, a una tendencia que hemos podido observar ya desde un principio: Milei utiliza cualquier oportunidad de influencia que se le abre en la escena internacional, así como cualquier avance que logre con su programa económico, y cualquier conflicto o debilidad de sus adversarios, para darle centralidad a la batalla cultural y polarizar al mango los problemas que enfrenta.

Lo hizo recientemente con el conflicto sobre las universidades y el presupuesto, denostando a todos los radicales, incluidos los que lo han venido apoyando y ayudando, y quieren volver a hacerlo justamente para aprobar el presupuesto; con la discusión sobre el embargo a Cuba, descabezando la Cancillería y prometiendo una purga ideológica de diplomáticos al estilo McCarthy; y lo está haciendo también con los periodistas y economistas, en una nueva ola de agresiones y descalificaciones contra todos los que lo critican.

¿Hasta dónde podrá avanzar Milei por este camino?

Dependerá en gran medida de cuánto lo acompañe la sociedad y cuánta resistencia y cuántos condicionamientos encuentre en el sistema político y los demás actores. Como le sucedió al propio Trump: esas resistencias y condicionamientos fueron para el republicano muy importantes durante su primer mandato, y por eso terminó enfrentado a buena parte de su propio equipo y su partido, derrotado en las urnas y acumulando una cantidad de juicios en su contra. Aunque nada de eso alcanzó para detenerlo y evitar que pudiera volver al poder, reloaded, como está visto.

Por decirlo de algún modo, todos ellos combinan dosis variables de reformas capitalistas y resentimiento social. Y lo que suele suceder es que las dosis respectivas varían: cuanto más flacos son sus programas reformistas, más resentimiento necesitan.

Algo que tiene bastante lógica. Porque para aplicar reformas tienen que negociarlas con otros actores, así que deben moderar sus rasgos más virulentos y excluyentes. Es lo que hizo Jair Bolsonaro al comienzo de su mandato, hasta que le empezó a ir mal en el manejo de la economía y la pandemia; y lo que está haciendo Georgia Meloni en Italia, con bastante más éxito. Cuando la economía no acompaña y las políticas fracasan, se recurre más intensamente al resentimiento, como hicieron el último Bolsonaro y Trump todo el tiempo.

Javier Milei, la casta y la inflación

Milei ha dependido desde el principio, para triunfar sobre sus adversarios, más de las reformas que del resentimiento: ganó combatiendo a “la casta” pero sobre todo porque prometió terminar con la inflación y el estancamiento. Y por eso su liderazgo tiene, por decir así, más sentido de oportunidad para las necesidades concretas de su país del que han tenido los de Bolsonaro y Trump para los suyos. Eso no lo vuelve necesariamente menos dañino para la convivencia y para el sistema republicano. Pero sí abre una vía potencialmente distinta para su desarrollo: siempre que el inevitable pragmatismo que, como ya se ha visto en estos últimos meses, le hace falta para concretar las reformas con que podría asegurar cierto éxito a su gestión, diluya o al menos contenga los componentes ideológicos extremistas que movilizan a sus seguidores más fieles y anidan en su propio ánimo.

Así, no solo Milei tiene mucha menos capacidad de daño de la que tuvo y sobre todo tendrá Donald Trump en su país, sino que podría encontrar más motivos para no usar la que tiene, y dedicarse en cambio a resolver los muchos problemas concretos, sobre todo económicos, que desvelan a sus votantes.

De todos modos, con Trump en la escena, la tentación de ir en la otra dirección sin duda se va a acrecentar. Así que nos espera mucha más batalla cultural, más intolerancia, en suma, más motivos para que la política de Milei espante a quienes quieren que le vaya bien a la economía de Milei.

Curiosamente, si sigue por ese camino el fenómeno libertario terminará replicando no a Menem, como ellos dicen querer hacer, sino a Kirchner: recordemos que el riojano usó el reformismo económico para afirmarse en el poder, y luego para prolongarlo, pero por la vía del acuerdo y la moderación más que de la radicalización, desprendiéndose progresivamente de sus rasgos iniciales más autocráticos e ideológicos. En cambio, el santacruceño evolucionó en la dirección contraria, del pragmatismo al ideologismo, usando el éxito económico, de un modelo heredado y ajeno, para emprender sus propias batallas culturales, en un curso de radicalización y la polarización permanente, que igual que le sucede hoy a Milei, pareció entonces tener aval internacional e ir a tono con el rumbo que tomaba la región y el mundo.

De allí que el libertario esté hoy más cerca, y más tentado, tal vez sin saberlo, de imitar al segundo que al primero. Pero puede que a él, igual que probablemente también a Trump, no le vaya demasiado bien por ese camino. Porque quizás sus bases no lo acompañen demasiado lejos, o se cansen pronto de tanta parrafada glamorosa de nueva derecha. Solo que en el medio perderá una enorme cantidad de energía, que podría usar para cosas más útiles.

publicado en TN, 6/11/2024

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