En la sociedad del espectáculo, hipnotizados por las formas, usamos para atacar conceptos vacíos que nos alejan de la realidad. Como decía un amigo, se ha convertido al sustantivo en adjetivo calificativo, en piedra con la que se agrede al que piensa diferente.
Por todo lado circulan mensajes desmesurados, que no tienen que ver con lo real. Leemos que Fulano destruyó para siempre a Mengano, que el mundo se paralizó por un hallazgo arqueológico, y nada de eso es cierto. Ni queda destruido nadie, ni se entera del hallazgo ni siquiera un millonésimo por ciento de la población mundial.
Historias absurdas atiborran la conversación. De los billones de seres vivos que han existido en la Tierra, pocos fueron antromorfos. Es nula la posibilidad de que parezcan humanos alienígenas que vienen de estrellas distantes. Es absurdo creer que seres de civilizaciones sofisticadas hayan viajado miles de años para mover unas piedras en el neolítico y después se hayan ido. Pero la televisión y las redes hablan de hombrecitos con ojos grandes que manejan platillos voladores, de alienígenas ancestrales y otros disparates.
Algunos líderes políticos hacen anuncios literalmente espectaculares, sin analizar si podrán llevarse a la práctica, pero no les importa, llaman la atención, intercambian insultos, pocos discuten ideas.
Cuando tachan de comunista al nuevo alcalde de Nueva York, no lo hacen porque encontraron que defiende la dictadura del proletariado. Tampoco sabrían explicar por qué la mayoría de los neoyorquinos respalda a una corriente política superada el siglo pasado.
Sin discutir si sus propuestas son buenas o malas, veamos qué pueden tener de comunistas. Congelar los arriendos por cuatro años es algo que se ha hecho, con malos resultados, en varios de nuestros países. El transporte y las guarderías gratuitas tal vez no se puedan financiar, pero no suponen la estatización de los medios de producción.
El impuesto a los más ricos que propone, no es una novedad. Según un especialista, “en Alemania, el quintil más rico, paga un impuesto de 7% para financiar programas sociales y de infraestructura que favorecen al quintil más pobre, como educación gratuita en todos los niveles, un sistema de salud universal que también protege a dos millones de inmigrantes sirios llegados durante el gobierno de Merkel” Esto es más radical de lo que propone Mamdani, pero nunca se acusó a Angela Merkel de comunista.
Acusan a Mamdani de ser musulmán porque profesa esa religión, en la que cree casi un millón de neoyorquinos. Su posición frente al estado de Israel es la misma que mantienen la ONU, los estados europeos y muchos judíos que defienden el derecho de dos estados a existir, uno judío y otro palestino. Mientras en varios países islámicos se prohíbe la música, Mamdani perteneció a una banda de hip hop y lanzó a la venta en 2019, un sencillo titulado Nani, con el seudónimo Mr. Cardamom. Hay islámicos terroristas y perseguidores de otras religiones, pero no todos son así.
Donald Trump mantiene una fluida relación con Arabia Saudita, a pesar de que ese país ha crucificado a muchos, acusados de profesar el cristianismo. Anunció que anexaría Groenlandia y Canadá a la Unión, que construiría un resort en Gaza, pero lo olvidó. Desaparecieron también los aranceles desmesurados que impuso a China. Hace poco vimos a los presidentes de los dos países capitalistas más grandes del mundo, China y Estados Unidos, abrazándose y discutiendo reglas para regular su competencia. Aunque tampoco es comunista, tendría más sentido acusar de serlo al secretario general del Partido Comunista de China que a Mamdani.
Pasa lo mismo con Javier Milei: quienes lo odian lo llaman fascista, loco, sin analizar qué comunica, sin comprender porqué la mayoría de los argentinos lo apoyó en las últimas elecciones, cuando hizo cosas criticadas por los políticos y periodistas formales, que también criticaron las campañas electorales de Zelenski, Pedro Castillo, Trump y otros.
La mayoría no estudia lo que dicen sus propuestas, las apoyan o atacan sólo porque vienen de Milei. Sería bueno que las reformas que plantea, no se aprueben o rechacen solamente porque consiguen para eso votos en el Congreso, que se discuta su contenido, pensando en el bienestar de la gente.
Ojalá se convoque a pensadores actualizados para que opinen sobre el marco legal que puede ayudar a la Argentina para el desarrollo de una sociedad tecnológica. No es un tema de ciencia ficción, está entre nosotros, habita en el celular que llevamos en el bolsillo.
Algunos militantes de izquierda se han vuelto conservadores. Quieren mantener el pasado e impedir cambios indispensables para enfrentar un mundo diferente. Necesitamos prepararnos para vivir una sociedad líquida en la que la mayoría de las ocupaciones que hoy existen desaparecerán antes de diez años, los trabajos serán efímeros, y los niños que hoy entran a la escuela tendrán una expectativa de vida de doscientos años.
publicado en Perfil, 16/11/2025
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