Hasta la asunción del presente gobierno, el país estuvo al borde del abismo del default, a pesar de los antecedentes de las reestructuraciones de la deuda soberana 2005 y 2020.
Una reestructuración de deuda es el reconocimiento por ambas partes de que la capacidad de repago del deudor es menor que al momento de pedir prestados los fondos.
La capacidad de repago de la deuda soberana está en función de la riqueza percibida de la nación deudora, sinónimo de su ingreso permanente o PBI potencial.
El lema del Gobierno “no hay plata” expresa objetivamente que el desquicio heredado de las finanzas públicas de las últimas dos décadas ha eliminado el crédito externo e interno, reduciendo al menos transitoriamente, el PBI potencial del país.
Pero para que el sistema económico arranque de nuevo tiene que volver la oferta de crédito, es decir, “los dólares frescos”.
La capacidad de repago de la deuda soberana está en función de la riqueza percibida de la nación deudora, sinónimo de su ingreso permanente o PBI potencial.
El lema del Gobierno “no hay plata” expresa objetivamente que el desquicio heredado de las finanzas públicas de las últimas dos décadas ha eliminado el crédito externo e interno, reduciendo al menos transitoriamente, el PBI potencial del país.
Pero para que el sistema económico arranque de nuevo tiene que volver la oferta de crédito, es decir, “los dólares frescos”.
Por el contrario, durante casi dos décadas, los gobiernos kirchneristas han expresado una narrativa populista inconsistente de “no te deseo pagar, pero te pago”. Impostura contradictoria que no generó ningún beneficio para el país: no bajó del costo del crédito ni hubo un ahorro de divisas, todo a costa de una pérdida de la reputación.
¿Es el ingreso permanente actual de la Argentina, es decir su capacidad de pago de deuda soberana aquella que se corresponde con la historia de dos décadas K de expresión de “willingness not to pay”?
La respuesta es no. Por primera vez en décadas se estaría alineando la narrativa con las condiciones objetivas de repago de la deuda soberana argentina revaluando su PBI potencial mediante inversión financiada con ahorro doméstico, exportaciones, productividad y un estado financiable.
El manual de finanzas públicas recomienda que el sector público se ordene en tanto y en cuanto los gastos corrientes (salarios, proveedores) se pagan con impuestos y la infraestructura pública con deuda.
Para pagar la deuda soberana se necesitan dólares. La oferta de divisas proviene de las exportaciones. La rentabilidad de exportar depende negativamente de la presión impositiva. La presión impositiva baja en tanto el gasto público sea eficiente y financiable. No hay magia, es de manual.
publicado en La Nación, 12/10/2024
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