A pesar de los retornos decrecientes que ha exhibido el peronismo en materia electoral en la última década, aún no ha surgido un nuevo liderazgo capaz de desplazar a Cristina Fernández de Kirchner, que lleva 20 años de hegemonía dentro del movimiento. Hasta su llegada a la presidencia, en 2007, el peronismo había sido un partido pragmático y flexible, con una notable capacidad para leer el escenario político y la habilidad de un contorsionista para adaptarse a las preferencias y demandas de la sociedad. Bajo el liderazgo de Cristina, que intentó convertir al peronismo en un partido de izquierda, en cambio, el peronismo perdió esa capacidad para adaptarse a las cambiantes circunstancias políticas de la Argentina.
En 2019, unificado gracias a la maniobra pergeñada por la ex presidenta, el peronismo pudo ciertamente ganar la elección presidencial. Sin embargo, el saldo de la conducción cristinista arroja más derrotas que triunfos electorales:
1. Desde el regreso de la democracia en 1983 el peronismo fue derrotado en cuatro contiendas presidenciales. Dos de esas cuatro derrotas tuvieron lugar durante la última década.
2. Hasta 2015 el peronismo jamás había perdido la elección para gobernador bonaerense estando en el poder.
3. El Partido Justicialista gobierna hoy siete provincias y una de ellas es Córdoba, cuyos diputados nacionales no están en el bloque justicialista. Es el número más bajo desde 1983.
A pesar de ello, de momento es difícil avizorar una figura capaz de jubilar a Cristina Kirchner e iniciar un nuevo ciclo político dentro del peronismo. Este tema ha sido materia de análisis desde las elecciones de 2015. Luego de la (para muchos) inesperada derrota de aquel año, y tras la fractura del bloque de diputados del entonces Frente para la Victoria a comienzos de 2016, hubo quienes especularon con una renovación del liderazgo dentro del peronismo que pondría fin a la etapa kirchnerista. Esa percepción se acentuó en 2017, cuando la ex presidenta fue derrotada por Esteban Bullrich en la elección para senador por la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, los denodados esfuerzos de algunos líderes territoriales peronistas por jubilar a la ex presidenta fracasaron. “Con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede”, decía Alberto Fernández a fines de 2018, meses antes de ser ungido candidato presidencial. La crisis económica desatada en abril de 2018 y la ausencia de nuevas figuras dentro del peronismo no kirchnerista volvieron a poner a Cristina Kirchner en el centro de la escena. La sorpresiva designación de Alberto Fernández como candidato terminó por reunificar a las distintas tribus de la entonces dispersa familia peronista.
Tras el triunfo del nuevo Frente de Todos, en 2019, algunos observadores fantasearon con la posibilidad de que Alberto Fernández jubilara a Cristina. Por lo visto habían consumido la imagen de estadista que el ex jefe de Gabinete de los Kirchner había intentado construir durante casi una década de fatigar los estudios de televisión. Fernández estuvo lejos de ser el estadista que muchos creyeron y tampoco jubiló a la ex presidenta, quien desde poco comenzada la presidencia le dejó en claro a su ungido que no planeaba dedicarse a cuidar a sus nietos.
En los cuatro años siguientes, el kircherismo se mostró incapaz de alumbrar un candidato presidencial competitivo para tomar la posta de Cristina. Si en 2015 habían tenido que resignarse a votar a Daniel Scioli, en 2023 debieron a regañadientes apoyar a Sergio Massa, el mismo que en 2013 había frustrado las aspiraciones continuistas que algunos albergaban para Cristina y que dos años después prometía llevar a la cárcel a “los ñoquis de la Cámpora”.
No termina de nacer
La sorpresiva (o no tanto) y contundente victoria de Javier Milei en la segunda vuelta de noviembre del año pasado reavivó las especulaciones en torno a una renovación dentro del peronismo. Es evidente que el peronismo atraviesa una crisis. El pensador comunista italiano Antonio Gramsci escribió hace poco menos de 100 años, desde una celda del fascismo, que en momentos de crisis lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, una definición que parece aplicar a la perfección a la situación que atraviesa el peronismo.
¿Cuán probable es que quede atrás la etapa kirchnerista en el peronismo y surja un nuevo ciclo signado por un nuevo liderazgo? ¿Qué haría falta para que ello ocurra? Si atendemos a las distintas etapas por las que atravesó el peronismo desde el regreso de la democracia es posible concluir que cada nuevo liderazgo emergió luego de derrotar a su predecesor en las urnas. Salvo en el caso de Carlos Menem, quien se impuso a Antonio Cafiero en una elección interna, por lo general la disputa por ese liderazgo se zanjó compitiendo por fuera de la estructura del partido. La renovación triunfó sobre la ortodoxia sindical en 1985 y Néstor Kirchner se consolidó como líder del peronismo tras las elecciones legislativas de 2005 en la que Cristina derrotó a Hilda González de Duhalde en la provincia de Buenos Aires.
La excepción es Sergio Massa, quien le ganó al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires en 2013, pero no logró convertirse en un polo de atracción para el resto del peronismo. A Cristina le quedaban dos años en el gobierno y ello le daba una capacidad formidable de condicionar financieramente a cualquier gobernador provincial que optara por irse con Massa. Desde 2013 la figura del tigrense fue perdiendo caudal electoral y territorio hasta que su retorno al redil en 2019 le permitió resurgir de las cenizas. La debacle que resultó el gobierno del Frente de Todos le dio a Massa la oportunidad construir su candidatura presidencial desde el ministerio de Economía. Candidatura que, de haber resultado exitosa, podría haber generado un nuevo liderazgo capaz de dar por concluida la etapa cristinista.
La elección de Milei supuso un verdadero cimbronazo para todo el sistema de partidos y el peronismo no es la excepción. Justo es decirlo, a pesar todo el ruido que pueda haber internamente, al menos el peronismo ha tenido la virtud de mantenerse unido, a diferencia de Juntos por el Cambio, que implosionó tras quedar fuera del ballotage. Pero la unidad no quita que el peronismo atraviese una crisis de liderazgo y que cueste avizorar hoy una renovación.
Cristina Kirchner llevó al peronismo a derrotas electorales en 2009, 2013, 2015, 2017, 2021 y 2023 y carga con la responsabilidad de haber llevado a la presidencia a alguien que no estaba a la altura del cargo. Pero así y todo, sigue siendo la principal líder del espacio peronista y no hay aún nadie capaz de desafiarla. Alguna vez Miguel Ángel Pichetto señaló que el peronismo se había “conurbanizado”. Esa es la principal fortaleza del kirchnerismo y el principal escollo a una renovación.
La provincia de Buenos Aires representa el 38% del padrón a nivel nacional. Dentro de la provincia, alrededor de dos tercios de los votos están concentrados en el conurbano, bastión principal del kirchnerismo. A pesar de que la figura de la ex presidenta ya no es garantía de triunfos arrolladores en el conurbano, no hay nadie aún dentro del peronismo capaz de desafiarla y derrotarla. Ello implica que para cualquier figura del peronismo no kirchnerista es casi imposible construir una alternativa viable teniendo a Cristina en contra. La ex presidenta tal vez no tenga hoy la fuerza para ungir un presidente, pero sí para bloquear una candidatura presidencial peronista enfrentada abiertamente a su sector.
El peso de la provincia de Buenos Aires dentro del padrón nacional y la popularidad que conserva Cristina Kirchner en el conurbano conspiran hoy contra la aparición de un liderazgo peronista alternativo. Las elecciones de mitad de mandato del próximo año tal vez modifiquen este panorama. Eso abre otra posible avenida de recambio del liderazgo en el peronismo. Una nueva derrota podría generar el espacio para que sea un intendente del conurbano el que demande un cambio. La historia reciente muestra una provincia de Buenos Aires gobernada por dirigentes porteños. Por lo cual, si alguien espera una rebelión de intendentes, lo más aconsejable es procurarse una silla.
¿Qué probabilidad hay de que esto vaya a modificarse en los próximos años? Creo que ello depende fundamentalmente del grado de éxito que tenga el gobierno actual en estabilizar la economía y restaurar el crecimiento. Desde el punto de vista de la demanda, hay al menos un tercio del electorado que en 2025 optará por quien encarne la oposición al gobierno de Javier Milei. Visto desde el lado de la oferta, el peronismo y especialmente el kirchnerismo son quienes mejor pueden satisfacer esa demanda.
Si el programa económico de Milei fracasa, el kirchnerismo tiene más chances de sobrevivir y mantener su liderazgo dentro del peronismo. Difícilmente un gobernador peronista de la franja central del país, con un discurso más pro-mercado y con una postura favorable a la apertura económica, tendrá chances de liderar una coalición opositora en un contexto de fracaso económico. Más bien, un fracaso podría daría argumentos para validar las posturas económicas del kirchnerismo, especialmente pensando en esa demanda de oposición al gobierno de Milei que existe en una parte del electorado. ¿Y si Milei tiene éxito en domar la inflación y lograr que la economía argentina vuelva a crecer? Es indudable que ello debería aumentar sus chances de mantenerse en el poder. Pero ¿qué tal que la ciudadanía lo haga a la vez responsable de los costos asociados a la estabilización y que prefiera otro tipo de liderazgo para la etapa que sigue? Si el gobierno es exitoso en materia económica y la estabilidad se encuentra consolidada, tal vez se abriría el espacio para discutir cuestiones que hoy están relegadas por la urgencia económica. Bajo este escenario sí habría una posibilidad de una construcción diferente a la del kirchnerismo desde dentro del peronismo.
publicado en Revista Seúl, 18/8/2024
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