Desde el establecimiento de la democracia en 1983, las transiciones de gobierno han sido con frecuencia más traumáticas que apacibles, en especial frente a resultados electorales que conllevaban una probable renovación de las fuerzas políticas a cargo del Poder Ejecutivo Nacional. Las razones de este dramatismo son múltiples, pero destacamos aquí dos: por un lado, la realimentación entre fragilidad económico-fiscal y perspectivas de cambio de gobierno que fogonean la incertidumbre de los agentes económicos; por el otro, las dificultades demostradas por los actores políticos para cooperar entre sí y mitigar lo repentino del cambio. En efecto, sea por obstáculos y limitaciones que al interior de sus propias coaliciones enfrentan los principales líderes de cada fuerza, sea por mezquindad lisa y llana, sea por manifiesta incompetencia, sea en razón de cálculos políticos intertemporales equivocados, lo cierto es que la ausencia de cooperación en cada una de las traumáticas transiciones hasta ahora vividas se hizo patente, con su carga de sufrimiento para la inmensa mayoría de los ciudadanos, y en especial para los sectores peor dotados en materia de recursos políticos y materiales.
El Club Político Argentino no hace más que continuar en una trayectoria que siempre lo ha caracterizado, llamando a una urgente cooperación por parte de las dos o tres fuerzas más votadas en agosto pasado. Sabemos que esta cooperación es difícil y que para cada uno de los principales candidatos a la Presidencia, así como para sus fuerzas, está limitada por los dilemas más o menos obvios que se les presentan. Aun así resulta imprescindible y creemos que llamar a ella no constituye un acto de candidez sino de elemental responsabilidad política. En esta ocasión, el factor temporal ha complicado inusitadamente las cosas. Un mínimo equipo interpartidario de coordinación, que incluya un vínculo informal pero estable entre los candidatos, así como un comité permanente compuesto por miembros de los dos o tres grupos políticos (tanto economistas como políticos profesionales), debería adquirir, urgentemente, densidad y cierta institucionalización de hecho. Estos días el Gobierno Nacional ha tomado medidas que, mal que bien, aproximan posiciones, aunque puedan ser apreciadas de modo diferente por las partes. Esto podría facilitar las cosas. Por otra parte, considerando las urgencias de los más desvalidos, se hace necesario poner ya en marcha, de común acuerdo entre actores políticos y sociales, una emergencia alimentaria, operativa y concreta, orientada a alcanzar el hambre cero. Asimismo, hay dos áreas de gobierno en las que sería valioso reestablecer el orden mediante un acuerdo moderador por parte de las principales fuerzas: medios públicos y justicia.. Sería toda una señal de prudencia y sabiduría política más allá de los intereses de corto plazo. La situación económica es gravísima y el equilibrio político de la transición pende de un hilo. Para los principales protagonistas, estar a la altura de las circunstancias equivale hoy día a estar a la altura de las circunstancias históricas.
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