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La oscilante luz al final del túnel

Rogelio Alaniz

I

¿Milei presidente es un producto del azar, un malentendido histórico, un tropezón en la historia o, por el contrario, es la expresión, tal vez desprolija, tal vez incipiente de un nuevo período histórico, de una nueva etapa? La respuesta a este interrogante aún no está elaborada, entre otras cosas porque los hechos duros, consistentes, aún no permiten arribar a una u otra conclusión. Nada de ello impide que los participantes de la política tengan posiciones tomadas, posiciones que en algunos casos se aparecen a apuestas. «Milei no llega a Semana Santa», decían sus adversarios más duros. Semana Santa llegó y se fue, pero Milei sigue en el poder y no hay señales de que tenga ganas de irse o de que alguien disponga del poder necesario para sacarlo. ¿Entonces es la expresión de un nuevo tiempo histórico? Yo no estaría tan seguro al respecto. Es verdad que el mundo está cambiando (hace rato que lo viene haciendo) pero no estoy del todo seguro de que Milei sea la expresión de ese cambio. Y en todo caso, me asiste la sospecha de que el contenido que Milei le da a la palabra «cambio» no coincide con el que yo sostengo. Y lo expreso de una manera sencilla: lo que a él le gusta a mí no me gusta. Vivimos en el mismo país, bajo el mismo cielo, supongo que los dos nos sentimos argentinos, pero en todo lo demás, políticamente hablando, es como si fuéramos desconocidos. Ningún reproche; me limito a constatar un hecho propio de las sociedades pluralistas. Solo una virtud, un mérito y un derecho le reconozco: es el presidente que mayoritariamente los argentinos han votado. Y como tal merece ser considerado. La democracia habilita espacios para ejercer el poder a quien gana y habilita espacios para ejercer la oposición. Por lo menos en los países civilizados así es la cosa. Otro detalle añado: Milei avisó que venía a aplicar un ajuste muy duro. Y en estos temas ya se sabe que el que avisa no es traidor. La campaña electoral la hizo con una motosierra. Más claro, echale agua. Yo hubiera preferido bisturí y anestesia, pero catorce millones de argentinos eligieron la motosierra. Cómo habrán sido los que estaban antes, cuántas esperanzas derrumbaron, cuántas banderas mancillaron, cuántos excesos cometieron, para que un personaje como Milei llegue a la presidencia de la nación votado por una mayoría que sabe que lo que le espera es un ajuste. El presidente no está haciendo nada que no haya prometido en campaña electoral o en programas televisivos. Hasta en las minucias el hombre cumplió. Dijo que su hermana sería «el jefe», y así parece serlo; dijo que iba a trasladar a sus «hijos», es decir a sus cinco perros, y ya sabemos que los canes desde hace un par de semanas viven en la residencia de Olivos. Milei cumple, Karina dignifica.

II

En estas semanas escribí que Milei se propone hacer funcionar el capitalismo, poner en movimiento un vehículo maltrecho pero que admite reparaciones. El capitalismo como formación económica y social en nuestro país hay que hacerlo funcionar atendiendo las lógicas reglas económicas, pero sin ignorar que el capitalismo no es una técnica, una ecuación, una variable de cálculo, sino una suma de relaciones económicas y sociales históricamente situadas. Ni Hayek, ni Rothbard, ni Friedman, ni Keynes, disponen de recetas. O en todo caso, las recetas que borronean solo son pautas indicativas, mapas de viaje que no suplantan los rigores y los incidentes del viaje. En la Argentina hay que reparar al capitalismo con los argentinos adentro. Menuda tarea. Menuda tarea para un país con estándares de vida de clase media y estructuras productivas de un capitalismo periférico, cuando no, del tercer mundo. Y semejante emprendimiento Milei debe hacerlo con el exclusivo capital de sus votos, porque de hecho no tiene partido, carece de representación mayoritaria en el Congreso y en las provincias, e incluso carece de personal técnico para ocupar los puestos de conducción de una nave que está muy lejos de ser una triste canoa. ¿Cómo hacerlo? Espero que él lo sepa porque yo no lo sé. Tampoco sé de los contenidos de su programa anarcocapitalista. Ignoro sus objetivos, ignoro sus tácticas y sus estrategias. Por lo poco que sé, los anarquistas no se presentan a elecciones y jamás se ensucian las manos con algo que se parezca a estado. Milei vendría a ser un libertario de nuevo tipo. Un libertario cuyo principal valor, por no decir exclusivo, es la propiedad privada y cuyo Edén se llama mercado. Veremos lo que se puede hacer con esos dones en este país.

III

El ajuste se está cumpliendo. Como dijera un personaje de Tato Bores, la principal preocupación de estos muchachos es la macroeconomía. Lo demás, es decir, las minucias de la vida cotidiana, no merecen su atención intelectual. Ya se dijo que hoy los precios de los productos de primera necesidad, y no solo los de primera, están equiparados a Londres, París o Nueva York, pero los sueldos se parecen a Tanzania, Angola o Sudán. Esa contradicción creo que hasta Hegel se declararía impotente para resolverla. El talento del gobierno ha sido convencer a la gente de que el ajuste lo pagará la casta y que además enseguida se verá la luz al final del túnel. Esa letanía, con las inspiradas variaciones del caso, ya la entonaron desde 1959 en adelante destacados cantantes líricos como Alsogaray, Pinedo, Martínez de Hoz, Krieger Vasena y Aleman entre otros. No nos fue del todo bien con estos muchachos, pero en temas líricos ya se sabe que la esperanza es lo último que se pierde. Por lo pronto, en estos cien días hemos aprendido que el ajuste para los jubilados, la clase media y los sectores populares es real y efectivo. Las deudas de la casta te las sigo debiendo para la próxima vez, entre otras cosas porque pareciera que ahora no se sabe con precisión qué quiere decir «casta», y a quiénes incluye o excluye. Detalles más, detalles menos, el desafío de la hora es saber cuánto tiempo la gente resistirá el ajuste. O, para plantearlo de otra manera: ¿llegarán primero los beneficios del ajuste o los apremios de las rebeliones. ¿O habrá variantes intermedias?

IV Improvisado, desprolijo, irascible o como mejor quieran llamarlo, lo cierto es que a la hora de pasar en limpio las cuentas observamos que hay dos áreas en las que Milei se ocupa en serio: Economía y Seguridad. Muy libertario, muy anarcocapitalista, pero las reglas decisivas del poder no las descuida. Ajuste, economía libre de mercado y palos para los que no están muy de acuerdo con estas combinaciones. La fórmula parece dura, pero por el momento pareciera que hay muchos dispuestos a soportarla. Temas como educación, salud, infraestructura quedan para más adelante. Dicho con otras palabras: es evidente que no son prioridades. Se hace lo que se puede y punto. Esas bellezas culturales y sanitarias llegarán cuando nos acerquemos a la luz del túnel. Por el momento, como dijera Paolo Roca o Benegas Lynch, tenemos que prepararnos para sufrir. Aramos dijo el mosquito. Porque Roca o Benegas Lynch podrán sufrir penas de amor o algunas saudades existenciales, pero no creo que estén asustados porque llega fin de mes y no saben si disponen de recursos para parar la olla. Que nadie se alarme. No soy víctima de un repentino e inesperado ataque de sarampión juvenil. No estoy predicando el fin del capitalismo. Por el contrario, mi principal preocupación no es que se derrumbe sino que funcione. No tengo nada contra la propiedad, privada. Todo lo contrario. Es más, sospecho que un mundo feliz sería aquel en el cual todos podrían tener acceso a su propiedad privada. Una utopía por supuesto, pero una utopía liberal. Una señora llamada María Julia Alsogaray, decía en una de sus campañas electorales que ella bregaba por un país de propietarios y no de proletarios. Está claro que a la primera condición -mi propiedad- ella la cumplió al pie de la letra. Y la segunda, el país de proletarios, convengamos que no se cumplió o se cumplió mal, porque tal como se presentan las cosas, los bravos proletarios hace rato que están siendo desplazados por los desocupados que suman un «ejército de reserva» de millones de pobres e indigentes.

publicado en El Litoral, 4/4/2024

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