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Otra vez condenada

Rogelio Alaniz

Otra vez condenada. Y se va la segunda. Dicen que apelará a la Corte Suprema de Justicia. No sé qué podrá pasar allí, pero por lo que se sabe, por lo que se conoce, la situación jurídica de Guille Cantero es menos comprometida que la de Cristina y sus compinches. Catorce jueces y cinco fiscales legitiman su condena. Jueces y fiscales de diferentes instancias y tiempos. Digamos que jurídicamente la situación de Cristina es indefendible. Como el título de la película de Woody Allen: robó, huyó y la pescaron. Como dicen los muchachos en el café: la Señora está hasta las manos. Por supuesto, este compulsivo ensayo de cleptocracia no lo hizo sola. Lo inició junto con su marido y ayudada por nombres que conocemos de memoria: Lázaro Báez, Rudy Ulla, Julio de Vido, José López, Fabián Gutiérrez, Claudio Uberti, Ricardo Jaime, Amado Boudou, Victor Manzanares. Hay más nombres por supuesto, muchos más nombres. Una cleptocracia no la realiza un Llanero Solitario de la noche a la mañana. El Estado nacional al servicio del saqueo. Todos multimillonarios. Fortunas que solo se pueden lograr robando. Lázaro Báez con sus 1.400 propiedades, sus 470 mil hectáreas de campo, sus 1.200 autos, es una muestra, un paradigma de lo que se puede hacer protegido y asociado a un poder mafioso.

II

Cristina por supuesto se presenta como víctima. La letanía es conocida, demasiado conocida: detrás de mi condena están Héctor Magnetto, Mauricio Macri, la oligarquía terrateniente, el imperialismo yanqui, la CIA, el Mosad y Mandinga. Mi hipótesis es la opuesta. Cristina es una privilegiada, una protegida por fracciones del poder, una política tramposa, una peronista que a pesar de las pruebas absolutas en su contra recibe una sanción mínima que será apelada a la Corte y después veremos porque ya se sabe que en estos pagos, Carlos Menem es una muestra, los corruptos podrán ser condenados por algún tribunal pero no van presos. Los lazos invisibles pero consistentes del poder se encargan de protegerlos. El «Gordo» Valor, por ejemplo, paga sus delitos con cárcel; por mucho más, por muchísimo más, Cristina podrá, en el peor de los casos pasar una temporada en prisión domiciliaria. En el Calafate o en algunas de sus lujosas residencias en Buenos Aires. Esa es la diferencia entre un ladrón que no tiene otra defensa que su condición de ladrón a una corrupta protegida por abogados, jueces, fracciones del poder estatal y una turba de seguidores que habría que representarlos, como esos personajes de René Magritte, con una venda en los ojos. A no olvidarlo: estamos ante delincuentes, saqueadores, farsantes, manipuladores, que seguramente serán condenados por la historia pero que gracias al poder que ejercen y representan no van a conocer una celda en su vida.

III

Un poco de historia ayuda. Los dioses propiciaron que esta condena del Tribunal de Casación se dicte en noviembre de 2024, es decir, dieciséis años después de que Elisa Carrió, junto con Patricia Bullrich, Héctor «Toty» Flores y Fernando Iglesias, entre otros, presentaran una denuncia penal contra Néstor y Cristina Kirchner. Fue el 11 de noviembre de 2008. Oh, las casualidades y sus sugestivas lecciones. Ha transcurrido más de una década y media, pero a pesar de los avances judiciales logrados aún no hay condena firme. Insisto una vez más: estos beneficios solo los pueden obtener los que ejercen el poder, los que de una manera u otra están protegidos con privilegios, impunidades, contactos discretos, relaciones en las penumbras de los sótanos del poder. En un país normal, en un país con instituciones que funcionen, en Perú sin ir más lejos, Cristina y sus socios, cómplices y sirvientes, deberían estar presos hace por lo menos diez años. Acá andan vivitos y coleando, opulentos y pretenciosos, y, además, se dan el lujo de presentarse como víctimas. ¿Acaso no lo son? ¿Acaso no están en las puertas de la prisión? Ninguna puerta de prisión. Digamos que a los compañeros se les ha ido la mano. Los poderosos reciben beneficios, privilegios, pero como en todas las cosas de la vida hay un límite. Ese límite los K decidieron cruzarlo al otro día de asumir la presidencia. Robaron para la causa; robaron para reproducir el sistema; robaron para enriquecerse, pero se les fue la mano. La máquina depredadora puesta en marcha en Santa Cruz y proyectada a la nación continuó haciendo su trabajo. Era fácil, tan fácil como arrojar maletines con millones de dólares por la tapia de un convento, o contar fajos de billetes en una «Rosadita», o trasladar bolsos de diversas recaudaciones a la casa del Jefe o de la Jefa. Robaban y permitían que sus laderos también lo hicieran. En eso fueron generosos y democráticos: choferes, jardineros, mucamos, guardaespaldas, todos se llevaron su tajada. La banda perfecta.

IV Los K argumentan que ella y sus compinches son condenados porque los jueces son sirvientes de las clases dominantes que no perdonan que Néstor y Cristina se hayan tomado el atrevimiento de afectar o desafiar sus privilegios. Puras macanas. El kirchnerismo jamás afectó al sistema de dominación o explotación, o como mejor quieran llamarlo. Y no lo afectó, entre otras cosas, porque jamás se lo propuso, porque en el peor de los casos sus pretensiones nunca fueron más allá de ser invitados en el banquete del poder. No combatieron el capital, como reza la marchita; puede que en algún momento se han mostrado los dientes, pero en lo fundamental su objetivo fue el saqueo. Cristina no está condenada por ser la heredera de Rosa Luxemburgo o de la Pasionaria, está condenada por chorra, como le gustaba decir a Discépolo. No hay épica revolucionaria, hay crónica policial. Si la condena no fue mayor y más rápida es porque, como ya lo dije, entre las diferentes fracciones del poder de una manera u otra se protegen. Los seis años de condena de Cristina -condena que, doble contra sencillo, nunca va a pagar en la cárcel-, no provienen por su condición de abanderada de la causa nacional y popular, valores en los que dicho sea de paso nunca creyó, nunca se identificó y sólo los usó para manipular. No es verdad que a América Latina la recorre un fantasma diabólico que castiga a los presidentes populares. Alejandro Toledo en Perú está preso no por liberal o conservador, sino por corrupto. Y Tabaré Vázquez o Pepe Mujica, que siempre fueron de izquierda, que en nombre de esos ideales, equivocados o no, se jugaron el cuero, nunca ningún lawfare o juez venal o Magnetto de turno, pudo indagarlos aunque más no sea por haber robado un palillo en un bar. Y no pudieron hacerlo por la sencilla razón de que fueron presidentes honestos.

publicado en El Litoral, 13/11/2024

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